Dadas las características termopluviométricas y edáficas de la zona, así como la altitud y latitud del lugar, el área de estudio quedaba encuadrada en el piso bioclimático mesomediterráneo, representado por la serie de vegetación mesomediterránea castellano-aragonesa basófila de los encinares, siendo Quercus ilex subsp. ballota el máximo representante de la comunidad climácica, siendo por tanto, la quercínea elegida para la forestación.
Esta serie es la que ocupa mayor extensión, y su etapa madura es un encinar asentado sobre suelos ricos en bases, con precipitaciones que oscilan entre los 350 y los 550 mm anuales. No obstante, las transformaciones agrarias acaecidas en la zona han ido reduciendo progresivamente este tipo de formaciones vegetales quedando, en la actualidad, tan sólo algunos rodales muy degradados y manchas de dehesas muy abiertas que demuestran la existencia del dominio de esta serie en todo el territorio en épocas pasadas.
Para las tareas de reforestación en este caso, los plantones procedieron del cultivo de semillas que se recogieron en el propio Parque Nacional, en el paraje conocido como Quinto de la Torre.
Dichas semillas fueron recogidas en otoño de 2016, sobre una extensión de 125 ha del propio Parque Nacional, con un gran cantidad de árboles padres, intentando conseguir la mayor diversidad genética y la futura adaptabilidad al terreno de los plantones.
Las semillas fueron posteriormente cultivadas en viveros de la empresa TRAGSA, teniendo la planta el certificado de origen MANCHA.
Como el objetivo de la forestación era conseguir la restauración de la dehesa original sobre sustrato calizo que existía en muchos de los parajes del entorno del Parque, incluida la zona seleccionada antes de su transformación a regadío, se intentó reproducir la disposición del arbolado en las dehesas existentes actualmente en la zona (Zacatena y Casablanca), y se optó finalmente por una distribución aleatoria de las plantas, con una densidad de plantación de unos 50 pies/ha y con distancias entre plantas de como mínimo 15 m. Como se repoblaron 104 ha, el número de plantas totales utilizadas en el proyecto ascendió a 5.200.
Los terrenos fueron cultivados hasta el momento mismo de su adquisición, por lo que llevaban descansando 11 años, lo que era muy importante para el acogimiento de los nuevos plantones, que dispondrían así de un suelo con una mejora sustancial en nutrientes, lo que les proporcionaría una mayor vitalidad y calidad.
La plantación se realizó a mano por un equipo de profesionales en este tipo de trabajos. Los plantones se suministraron en bandejas rígidas de color negro (50 ud), con alveolos de 250 cm3 rellenos con sustrato orgánico, principalmente a base de turba.
Los plantones presentaron en todo momento un buen aspecto, no observándose lesiones, malformaciones, puntisecado de las hojas ú otros daños aparentes. Disponían todos de una buena consistencia, turgencia, vivacidad y tamaño de la hoja.
La preparación del terreno se limitó a un ahoyado mecanizado con retroexcavadora de 90x90x90 cm, no desbrozándose ninguna otras áreas de la parcela. Tras ello hubo que nivelar el terreno removido evitando dejar montones que impidieran la correcta plantación y la instalación del vallado protector posterior.
Tras ello, se abrió y removió una cantidad de tierra suficiente que acogiera a la planta con holgura para que el cepellón quedara correctamente enterrado y la instalación de un tubo protector biodegradable y de 60 cm de altura.
El tamaño del ahoyado (algo mayor del normal) facilitó el clavado de tres postes colocados para anclaje de la malla protectora individual colocada en derredor de cada planta, con objeto de evitar daños por fauna silvestre o por ganado.
Además, el aumento en la profundidad de la labor también aumenta la disponibilidad hídrica de la planta, muy necesaria en climas tan escasos en precipitaciones como en el que nos encontramos.
A continuación se realizó un pisado del terreno circundante para que el suelo removido entrase en contacto con el cepellón de los plantones, evitando posibles bolsas de aire que pudiesen generar problemas en el arraigo.
Por último se realizó un alcorque para aumentar la capacidad de recogida y conservación de las aguas de lluvia, lo que es de suma importancia, sobre todo en áreas donde estas suelen ser muy escasas, como ocurre en La Mancha.