La canalización de grandes tramos fluviales y la existencia de numerosos obstáculos longitudinales y transversales localizados a lo largo del cauce fluvial del río Órbigo motivaron su elección para ser objeto de un ambicioso proyecto de restauración. No es que el Órbigo sea una excepción, de hecho este patrón de transformación y ocupación del espacio fluvial, en mayor o menos grado, se da en todos los grandes ríos españoles. Pero por una serie de cuestiones de oportunidad, se seleccionó este río para formar parte del primer contingente de proyectos de la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos (ENRR).
Antes de ser sometido a todo tipo de transformaciones, el río presentaba una estructura morfológica con un patrón trenzado y errante, probablemente debido a un aumento en la escorrentía y flujos de sedimentos en la cuenca de captación y a la falta de estabilización de las barras de sedimentos como consecuencia de una explotación intensa de la cuenca vertiente y de la vegetación de ribera. Esta estructura tiene que ver con la hidrología, la erosión y también con el uso de las riberas como fuente de leñas y lugar de pastoreo.
A partir de mediados del siglo XX se lleva a cabo una profunda transformación del espacio fluvial, mediante su ocupación y reducción sistemática, sobre todo con cultivos de chopos. Ello lleva parejo nivelaciones, destrucción de brazos secundarios y una simplificación progresiva de la estructura fluvial original, trenzada como se ha dicho, y su sustitución por un único canal de aguas bajas estrecho,plagado de motas para evitar la inundación de los terrenos ocupados por cultivos. Todos estos problemas y obstáculos alteraban su dinámica y desconectaban cauce, riberas y llanura de inundación, y las actuaciones que se llevaron a cabo fueron un ejemplo de la tendencia impuesta a lo largo del siglo XX para resolver los problemas de inundaciones y aguas altas, a través de obras de regulación y canalización.
Estas soluciones estructurales son costosas tanto en términos ecológicos como de construcción, y sobre todo de mantenimiento. Algo que funciona en casos muy concretos (tramos urbanos consolidados y expuestos, protección de infraestructuras,...) resulta incompatible con sistemas vivos de inundaciones periódicas, y muy negativo en tramos rurales donde la presión es baja y muy localizada.
En este sentido, la aplicación de este modelo de gestión canalizó gran parte del cauce del Órbigo, provocando un incremento notable en la velocidad de los caudales y generando incisión y toda una serie de impactos negativos aguas abajo.
A la vista de esto, el principal reto del proyecto de restauración planteado es recuperar el espacio fluvial y la capacidad para atenuar posibles crecidas de la llanura aluvial, que han sido sistemáticamente invadidos y desconectados hidrológicamente de la corriente principal.
Desde una perspectiva socioeconómica la ventaja de optar por fomentar la laminación natural de las crecidas más en consonancia con la naturaleza hidrológico-hidráulica del río consiste en el ahorro en costosas obras y evitar daños en tramos urbanos.
Se consigue así un ahorro en la construcción y mantenimiento de diferentes obras hidráulicas de protección contra inundaciones, que tendrían normalmente un coste superior al valor económico que protegen, así como el ahorro en los costes asociados a los daños para la seguridad de las personas y bienes por efecto de la reducción del riesgo de inundaciones.