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Suelos y desertificación
Amplias zonas del territorio español están ocupadas por zonas áridas y semiáridas, siendo frecuentes los procesos de degradación de la tierra por fenómenos como la erosión del suelo, el deterioro de sus propiedades físicas, químicas y biológicas y la pérdida duradera de vegetación natural.
El cambio climático, al provocar una creciente aridez y un aumento de las temperaturas, abre paso a escenarios más favorables a estos procesos de desertificación.
Uno de los componentes esenciales de la fertilidad natural de los suelos, el contenido en carbono orgánico, disminuye al aumentar la temperatura (por cada grado de aumento se pierde entre el 6 y el 7%, por término medio) lo que deteriora los suelos y genera emisiones de gases de efecto invernadero.